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Publicidad y apocalipsis
Un artículo de Guillermo Vega en El País titulado “Bloqueadores de anuncios: ¿el fin de internet?” (pdf), en el que me cita, confronta las perspectivas sobre la evolución de la publicidad en internet y el fenómeno del bloqueo por parte de los usuarios, lo que el gran Doc Searls ha llamado con razón “el mayor boicot en la historia de la humanidad“, con algunas perspectivas apocalíticas de varios de los actores implicados – y desde mi punto de vista parcialmente responsables – en la cuestión. La frase entrecomillada de la división española de la Interactive Advertising Bureau (IAB), que califica a los bloqueadores de publicidad como de “robo: simple y llanamente” es el más claro y cristalino exponente de la mentalidad y actitud equivocada, del tremendo error de percepción y ceguera que dan lugar al problema.
Según la mentalidad simplista de la IAB, se supone que todo usuario de internet está obligado, por el hecho de entrar en una página web, a aceptar los términos de un supuesto contrato draconiano en el que debe pagar por unos contenidos, y para ello tendrá que someterse a cualquier tipo de torturas decididas por el dueño de dicha página. Si no acepta someterse a esas torturas, está, según ellos, “robando”, lo que lo convierte en un “ladrón”. Es la misma mentalidad absurda que condenó a las discográficas a enfrentarse a varios años de crisis: nosotros contra los usuarios. El usuario “malvado”, responsable de todos los males y culpable hasta “de la desaparición de internet”. Ya solo falta la mención al “gratis total” y la petición de leyes sancionadoras.
Querida IAB: utilizo bloqueadores de anuncios desde hace mucho tiempo. No solo eso, sino que además, lo cuento en mis clases y conferencias, y animo a otros usuarios a que lo hagan. Los bloqueadores de anuncios son la única manera de evitar que una industria cortoplacista y estúpida arruine internet y lo convierta en un canal completamente insostenible. Es lo que pasa siempre: las industrias descubren un nuevo canal, y la tragedia de los comunes hace el resto. Comienzana explotarlo como si no hubiera un mañana, desvinculadas de cualquier pensamiento mínimamente referido a la sostenibilidad, y al final, lo destrozan y lo convierten en un lugar maldito. La industria de la publicidad ha hecho lo mismo con todos los canales que ha ido descubriendo, y ha sido preciso ir creando normas para todos ellos: hubo una época en la que la venta a domicilio era algo normal y natural, parte de la rutina habitual de un hogar. Hoy, si alguien llama a tu puerta para intentar venderte algo, no abras bajo ningún concepto: puede ser desde un psicópata asesino, hasta un timador profesional. Hace años, el teléfono era una herramienta útil: hoy, si la llamada empieza preguntando tu nombre y apellidos, cuelga inmediatamente: no solo te consumirá tiempo absurdamente, sino que además te venderá algo que no necesitas, en ocasiones incluso confundiéndote para que lo compres y pagues aunque no lo quisieses. Lo mismo ocurrió con el correo electrónico: hace más de veinte años, el correo era una herramienta útil para comunicarse con otras personas; ahora es un montón de spam y basura variada. ¿La web? Lo mismo: la industria de la publicidad mantiene la misma mentalidad: vamos a explotar un recurso hasta convertirlo en completamente insostenible, y si alguien intenta evitarlo, decimos que “está robando”. El patrón es tan absolutamente repetitivo, que uno pensaría que nadie puede ser tan profundamente retardado como para no verlo. Pero ahí siguen, protestando e insultando a todo aquel que ose tener una mentalidad diferente a la suya, a todo aquel que pretenda oponerse a su idea de exprimir el recurso un poco más allá.
Por culpa de la mentalidad absurda de la IAB, de algunos anunciantes y de muchas agencias, me muevo por la red con una VPN, un bloqueador de anuncios y un software anti-trackers. Comparado con cuando empecé a utilizar internet, hoy me siento como moviéndome por una zona de guerra, y la principal responsable de ello es la industria de la publicidad y su mentalidad equivocada de que el usuario carece completamente de derechos y tiene que aceptar todo lo que le digan. “Como yo trabajo mucho para crear estos contenidos, tú tienes que aceptar mis términos si quieres leerlos”. Posiblemente, la mentalidad más estúpida del mundo después de la de “no te doy mis productos de ninguna forma lógica ni razonable, pero si los quieres conseguir tú por tu cuenta utilizando las herramientas que la tecnología te da, estás robando”.
Dentro de poco, los bloqueadores de publicidad no vendrán únicamente de compañías como la alemana Eye/O y similares: será incluso la propia Google la que los incorpore por defecto en sus herramientas. Una jugada que por un lado es profundamente conflictiva – te bloqueo la publicidad mala, pero la mía no porque es de la buena y eso lo decido yo – pero por otro, tampoco es nueva: fue esa misma Google la que, hace algunos años, tuvo que entrar igualmente como elefante en cacharrería para acabar con el fenómeno de los espantosos pop-up, que la industria y la IAB consideraba en su momento como algo “normal y aceptable”, simplemente “un formato más”. Que sea una empresa que vive en un porcentaje elevadísimo de la publicidad la que constituya una asociación para intentar lidiar con el problema y la que tenga que dar el paso de instalar un bloqueador de publicidad en los navegadores de sus usuarios prueba, una vez más, mi punto: muchos anunciantes, soportes, agencias, y sobre todo, la IAB, han perdido completamente el norte.
Relájese y tranquilícese todo el mundo: internet no va a morir porque los usuarios se instalen extensiones para bloquear la publicidad. Las compañías inteligentes, buscarán maneras de financiar su actividad que tengan sentido y que no conlleven supuestos contratos insostenibles. Los anunciantes que entiendan internet, dejarán de obsesionarse con las métricas erróneas, abandonarán la estúpida idea de que “la publicidad, si no molesta, no vende”, y optarán, aunque sea obligados, por una actitud lógica de respeto y no agresión. Los soportes entenderán que su valor no solo está en la información, sino en cuidar al usuario, mimarlo, respetarlo y trabajar con él, no contra él. No, los malos y los culpables de todo no somos los usuarios por instalarnos un bloqueador de publicidad, son ellos por no ver más allá de su ombligo y por olvidar toda concepción de sostenibilidad en su industria. Los anunciantes, las agencias y los soportes no son los dueños de internet. Internet es mucho más que idiotas ombliguistas empeñados en que el usuario tiene que soportarlo todo para acceder a sus contenidos. Esos idiotas, sencillamente, tienen dos opciones: cambiar su mentalidad y optar por contratos psicológicos con el usuario que tengan sentido, o morir. Y si no van a cambiar, por favor, que mueran lo antes posible.
This post is also available in English in my Medium page, “Advertising and apocalypse“
FUENTE: Enrique Dans
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